miércoles, 9 de noviembre de 2016

Reseña de la Asamblea del día 19 de Octubre de 2016

Asamblea, 19 Octubre de 2016

El pasado día 19 octubre el Foro "curas de Madrid" celebró su primera Asamblea general del curso 2016/2017. En esta ocasión, según el acuerdo al que llegamos los miembros de la Comisión Permanente, dedicamos el grueso de la Asamblea a reflexionar sobre nosotros mismos. Sobre el tipo de cura que nos enseñaron a ser, sobre el tipo de cura que hemos sido, y sobre el tipo de cura que a día de hoy creemos que deberíamos ser. Tratamos de que algún compañero sacerdote, "rico en edad, sabiduría y gracia", abriera el debate ofreciéndonos, desde la experiencia acumulada y desde el saber adquirido, su respuesta al tercero de los asuntos: el tipo de curas que a su juicio deberíamos ser hoy  y en el futuro los curas de la Iglesia Católica. Por la premura de tiempo, no encontramos a ninguno que se decidiera a hacerlo, de modo que hubimos de apañárnoslas nosotros solos.

 Acudimos a la cita veinte miembros del Foro. Comenzamos con unos minutos de oración, siguiendo para ello la dinámica celebrativa que había preparado Evaristo Villar. Luego, tras una breve presentación del tema a debate, que hizo Jesús Mª López Sotillo, abrimos el turno de intervenciones para que cada cual, a su manera, hablará del cura que en el Seminario había aprendido a ser, del cura que luego a lo largo de su vida pastoral había tratado de ser, y del cura que hoy, a su juicio, creía que debía ser él y sobre todo debían ser los que vienen detrás de nosotros y tienen por delante un futuro más largo que el nuestro. A lo largo de la hora y media que dedicamos a esta reflexión se produjeron veintidós intervenciones. Resultó, por tanto, un debate vivo, en el que pudimos escuchar múltiples testimonios y diversos pareceres. En lo tocante al tipo de cura para hoy y para mañana no hubo tiempo de llegar a establecer unos puntos de vista comunes. Queda pendiente para futuros diálogos.

Completado este el momento del Orden del día, pasamos a los “Asuntos varios”. Salieron a relucir diversos temas. Merece la pena resaltarse en esta breve reseña el relativo al Acto en memoria de monseñor Alberto Iniesta, que estamos preparando. La preparación sigue adelante y, si todo sucede según lo previsto, el homenaje tendrá lugar en torno al próximo 25 marzo,  fecha en la que, muchos años atrás, en 1974, hubiera debido comenzar la Asamblea de Vallecas, en la que él estuvo muy implicado, y cuya celebración fue finalmente prohibida.

N.B. 
Para una lectura, de lo tratado en esa Asamblea (19-11-16), más completa, acudir a la entrada siguiente

lunes, 7 de noviembre de 2016

Acta de la Asamblea del día 19 de Octubre de 2016




Acta de la Asamblea del día 19 de Octubre de 2016

El pasado día 19 de octubre nuestro Foro “Curas de Madrid” celebró su primera Asamblea general del Curso 2016/2017. En esta ocasión, según el acuerdo al que llegamos los miembros de la Comisión Permanente, dedicamos el grueso de la Asamblea a reflexionar sobre nosotros mismos. Sobre el tipo de cura que nos enseñaron a ser, sobre el tipo de cura que hemos sido, y sobre el tipo de cura que a día de hoy creemos que deberíamos ser. Intentamos que algún compañero sacerdote, "rico en edad, sabiduría y gracia", abriera el debate ofreciéndonos, desde la experiencia acumulada y desde el saber adquirido, su respuesta al tercero de los asuntos: el tipo de cura que a su juicio deberíamos ser hoy  y en el futuro los sacerdotes de la Iglesia Católica. Por la premura de tiempo con que nos pusimos a buscarlo, no encontramos a ninguno que se decidiera a hacerlo, de modo que hubimos de apañárnoslas nosotros solos.

MOMENTO DE ORACIÓN

Acudimos a la cita veinte miembros del Foro. Comenzamos con unos minutos de oración, siguiendo para ello la dinámica celebrativa que había preparado Evaristo Villar. “Alegre la mañana que nos habla de ti”, fue nuestro canto de entrada. Escuchamos a continuación unos versículos del Evangelio de Marcos, los que hablan del envío de Jesús de los Doce, de dos en dos, para que predicaran y aliviasen las dolencias del pueblo. Y, tras un breve silencio meditativo, juntos dirigimos una oración a Dios con ideas tomadas de Pedro Casaldaliga, pidiéndole iluminara nuestra reflexión, de modo que fortaleciera nuestro compromiso de ser misericordiosos y activamente solidarios con todos aquellos que viven en el sufrimiento, la pobreza o la marginación. 

INTRODUCCIÓN AL DIÁLOGO: TRES TIPOS DISTINTOS DE “CURA”

Acto seguido, a falta de un ponente al que presentar y escuchar, yo mismo, Jesús L. Sotillo,  antes de abrir el diálogo hice una breve introducción al tema que nos proponíamos debatir. Consciente de la edad media del auditorio, comencé  hablando del tipo de cura que muchos de los presentes aprendieron a ser y fueron tras su ordenación, el mismo que casi todos los demás, siendo todavía niños o jóvenes, vimos reflejado en los sacerdotes que pasaron por nuestra vida antes del Concilio Vaticano II. Era un cura separado del pueblo, que se situaba entre los fieles y Dios. En las liturgias, durante los rezos, le miraba a él, teniendo al pueblo orante detrás y actuando como portavoz suyo. En cambio, se ponía de espaldas al altar y al retablo en que se encastraba cuando se dirigía a los fieles. Entonces les hablaba in persona Christi, in persona Dei, para transmitirles la voluntad divina, la doctrina verdadera que debían creer y los principios morales que debían practicar, o para reprenderles por creer falsedades  o por haber tomado sendas que no conducen a la salvación, lo único verdaderamente importante, sino que llevan a la perdición, al infierno, del que no se sale.

El Concilio Vaticano II diseñó otro tipo de cura y muchos de los presentes hubieron de modificar el que había sido su estilo hasta entonces. Y ese otro tipo de cura es el que aprendimos a ser en los Seminarios en los que fuimos formados los futuros sacerdotes desde 1965 hasta 1978. Nuestros formadores y nuestros profesores, siguiendo la doctrina que contienen los textos conciliares e incluso deduciendo de ellos más grado de renovación del que acogen, hicieron que fuera adquiriendo vida y cobrando cuerpo en muchos de los nuevos sacerdotes un tipo de cura que no estaba ni de espaldas ni de cara al pueblo, sino con el pueblo, ejerciendo una función al servicio no tanto de la “salud” espiritual de cada creyente en el ámbito de la moral privada, sino encaminado a conseguir que todos y cada uno de los miembros de la Iglesia hicieran suyas, como parte del cumplimiento de la voluntad de Dios, las alegrías y las penas de la gente y trabajaran en la construcción de un mundo mejor, con más justicia, con más igualdad, con más salud, con más gozo (1). En el espacio celebrativo fue dejando de imperar el rectángulo, con el altar mayor en la cabecera del templo y el cura y el pueblo mirando hacia él. Y se fueron abriendo paso el círculo o el triángulo, en los que el sacerdote celebrante ocupa un lugar destacado, pero formando parte del pueblo cristiano que se reúne para expresar su fe, celebrarla y fortalecerla en torno al altar, o, dicho de otro modo, teniendo a Dios en medio. (2)

Con la llegada a la sede Pontificia de Juan Pablo II empezó a configurarse otro tipo de cura, que conservaba aspectos del tipo conciliar al tiempo que recuperaba rasgos del tipo preconciliar. El cura, como enseñó el Concilio, tiene que implicarse en la transformación de la sociedad, pero no tanto para hacerla más justa, sino para lograr que en su seno deje de campar a sus anchas el agnosticismo teológico y el relativismo moral, las dos caras del secularismo radical, que Juan Pablo II y Benedicto XVI no se cansaban de denunciar como el peor de los males que afecta al mundo y especialmente a la sociedad occidental. El cura debe plantarle cara con valor y decisión. Su tarea es lograr que crezca de nuevo la fe en Dios, tal como la concibe y predica la Iglesia,  y que los hombres y las mujeres, todos, no sólo los católicos, reconozcan y acepten que los seres humanos hemos de conocer y respetar su voluntad, la Ley que él mismo ha revelado, de la que la jerarquía católica es guardiana, maestra e interprete.  

(1)  Uno de los asistentes, Ángel Albarrán, en su primera intervención quiso matizar en torno a este asunto que en aquellos años la unanimidad no existía ni entre el clero ni entre los seminaristas, sino que existían hondas y hasta virulentas discrepancias. Ciertamente fue así y eso explica que con la llegada de Juan Pablo II se abriera paso el modelo que se describe un poco más abajo. Puede afirmarse, sin embargo, que una parte considerable del presbiterio sí que trató de situarse en la línea marcada por el Concilio. Incluso hubo algunos de sus miembros que en lo tocante a renovación trataron de llevarla un poco más allá de donde la habían dejado los Padres Conciliares.

(2) Ricardo Cantalapiedra supo sintetizar en una canción esta espiritualidad y como tal fue entendida y cantada por muchas católicos entonces: Se titula “Queremos” y dice entre otras cosas, pensando en los curas de antaño “No queremos a los grandes palabreros”. Forma parte del disco “El profeta”, editado por PAX en 1972.







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